11 marzo 2025

Vapeo: Un resumen de la evidencia disponible

#artículo

AUTOR// Ibai Otxoa Gil, miembro de Ai Laket!!

Han pasado ya más de dos décadas desde que el farmacéutico chino Hon Lik creó el primer vapeador tal y como los conocemos hoy en día -aunque ya en 1963 el inventor estadounidense Herbert A. Gilbert propuso un artilugio muy similar-1 y, desde entonces, su popularidad se ha disparado. Todo el mundo conoce ya estos artilugios (usaré el término “vapeadores” para este artículo, aunque “cigarrillos electrónicos” quizá se usa más a menudo) y, en muchos lugares, no es raro encontrar por la calle a alguien usando uno de éstos, inhalando y exhalando vapor (en realidad, más bien un aerosol, pero, dada su consistencia, creo que la palabra “vapor” se entiende bien y nadie va a pensar que nos estamos refiriendo al vapor en su acepción tradicional), a menudo como sustituto del tabaco; es decir, como una forma de reducción de daños, de sustitución del tabaco por algo, quizá, menos perjudicial.

Pero, ¿es el vapeo más o menos perjudicial que el tabaco? ¿Sirve para reducir daños? ¿Sirve realmente para dejar de fumar? ¿Es posible que pronto tengamos una generación de adolescentes con adicción al vapeo, debido a sus atractivos sabores? ¿Debería prohibirse? ¿Se pueden vapear otras drogas, aparte de nicotina? Esta clase de preguntas aparecen una y otra vez en el debate público sobre el tema.

Uno de los mayores problemas que tenemos para responderlas es que estos dispositivos son relativamente recientes, y aún no podemos conocer sus efectos a largo plazo. Sin embargo, quizá algunas cuestiones sí puedan ser respondidas por el momento, y en otras, al menos, se pueda resumir lo que sabemos hasta ahora.

¿Es más perjudicial fumar o vapear?

Por el momento, todo parece indicar que el vapeo es significativamente menos perjudicial para los pulmones que el tabaco, aunque resulta difícil estimar por cuánto2. Sobre todo, la presencia de sustancias cancerígenas es, sin duda, mucho más baja en el vapeo, al no existir combustión3. La irritación producida en los conductos respiratorios es menor que la producida por el tabaco4. Algunos síntomas respiratorios, como silbidos en el pecho, también se ven aliviados entre quienes cambian el tabaco por el vapeo5.

Además, cuando se encuentran sustancias carcinógenas en el vapeo, también hay que tener en cuenta que todo parece indicar que incluso esas sustancias son menos peligrosas a la temperatura a la que se vapea que lo que son al fumarlas6.

La posibilidad de sufrir un accidente cerebrovascular u otros problemas cardíacos parece ser el aspecto en el que menos ventajas ofrece el vapeo, puesto que ocurre con una frecuencia muy similar a la que se ve en quienes fuman7.

Sin embargo, la idea de que, en la mayor parte de aspectos, el vapeo es sustancialmente menos dañino que el tabaco parece tener problemas para abrirse hueco en algunos titulares y discursos, por mucha evidencia que siga apareciendo. De cara a valorar los perjuicios del vapeo, no han faltado tampoco las falsas alarmas o, al menos, interpretaciones dudosas o estudios con métodos que no se corresponden con la realidad de estas prácticas.

Por ejemplo, un estudio encontró formaldehído en el ambiente después de vapear8. Sin embargo, sólo apareció después de 10 caladas de 3-4 segundos a 5.0 V espaciadas a lo largo de 5 minutos. Lo normal es vapear en un rango de entre 3.7 y 4.2 V y, cuando se exceden esas cifras, el líquido suele saber a quemado, resultando desagradable9. Tampoco es raro que las caladas sean más cortas que 3-4 segundos10. Un estudio replicó al anterior, subrayando que, en las condiciones en las que se suele vapear, no se encontró formaldehído11; no obstante, no olvidemos que el riesgo está ahí para quien vapee a un voltaje bastante más alto de lo habitual.

Algo similar, y con algún otro error, ocurrió en la búsqueda de metales pesados: un estudio de principios de 2018 encontró que, al vapear, se producían metales pesados en cantidades que excedían los límites recomendables para la salud12. Sin embargo, el estudio tenía cierto fallo: el trabajo inicial había asumido que el aerosol se diluía en un volumen de 66 ml, siendo la cifra real más bien de 800 ml13-14, lo que da lugar a una concentración mucho más baja, que queda significativamente por debajo de los límites recomendables. A su vez, otros trabajos de este tipo han tenido problemas como afirmar que el vapeo excedía los límites recomendables de metales pasados basándose en los límites fijados para un ambiente de trabajo (esto es, eran los límites recomendables para estar respirando durante 480 minutos diarios, mientras que el total de tiempo diario que una persona pasa inhalando el aerosol producto del vapeo difícilmente puede exceder los 12 minutos diarios) o, nuevamente, igual que en el caso del formaldehído, calcular en base al vapeo a una intensidad mucho más alta de la que se corresponde con la realidad. En conclusión, los estudios y metaestudios que no han caído en estos errores muestran que los niveles de metales pesados generados durante el vapeo están bastante por debajo de los límites que se ha observado que pueden suponer problemas para la salud. Las resistencias de níquel, por cierto, parecen las menos seguras, siendo el vapeo con estas resistencias el que más se acerca a traspasar esos límites.

No podemos descartar tampoco que algunos de los aromas y componentes que sirven para que los líquidos para vapear tengan diversos sabores puedan ser más perjudiciales que otros, aunque en esto también ha habido falsas alarmas. Es lo que ocurrió con el diacetilo: su detección en algunos líquidos generó preocupación, al ser una sustancia que produce bronquiolitis obliterante, popularmente conocida como pulmón de palomitas de maíz, entre quienes lo respiran con frecuencia (mayormente, los casos se producen en trabajadores expuestos continuamente a este químico). Sin embargo, la presencia de diacetilo en esos líquidos es mucho menos alarmante cuando consideramos que las personas que fuman tabaco están expuestas a niveles 750 veces más altos de esta sustancia -y, aún así, la bronquiolitis obliterante no es una de las enfermedades pulmonares típicas que se produce al fumar- y que, de hecho, no se conoce ni un solo caso de bronquiolitis obliterante que se pueda atribuir al vapeo15-16. Aún así, en países como Reino Unido, los fabricantes de líquidos de vapeo dejaron de comercializar productos con diacetilo.

Para quienes no vapeen pero tengan cerca a gente que sí lo hace, también hay buenas noticias: el vapor de segunda mano parece mucho menos peligroso que el humo de segunda mano. Además de poder evitar los tóxicos producidos por la combustión del tabaco, la cantidad de nicotina absorbida era 10 veces menor en comparación al humo de tabaco de segunda mano17.

Ya que hablamos de la nicotina, conviene repasar lo básico: se puede vapear con o sin nicotina. Cuando se vapea con nicotina, se puede escoger hacerlo con niveles más bajos o más altos que los de los cigarrillos. Por supuesto, los riesgos de la nicotina (posibilidad de adicción, la ya mencionada posibilidad de empeorar problemas cardiovasculares o los daños al feto si se consume durante el embarazo18) están tan presentes si la nicotina es vapeada como si es fumada.

De hecho, el potencial de adicción a la nicotina al vapear podría ser mayor que al fumar, al tener sabores más agradables que pueden hacer que el consumo se disfrute más (aunque quizá la preocupación por esto sea exagerada; en la próxima sección profundizaré en ello). Y sí, también hay que considerar que, si no se fijan límites, es posible que algunas personas, sin darse cuenta, vapeen mucho más a menudo de lo que fumaban. Hay que tener en cuenta que el terminar un cigarrillo puede servir como límite para muchas personas -es decir, una vez acabado el cigarrillo ya no encienden otro en cierto tiempo- mientras que, de forma distraída, con un vapeador en la mano, se pueden acabar dando muchas más caladas que las que se daría a un cigarrillo. También puede haber lugares en los que no se permite fumar pero sí vapear, lo que también podría llevar a un mayor consumo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, parece que esto no ocurre, y que la gente no suele vapear más de lo que fumaba19.

Para terminar esta sección, quiero insistir una vez más en que el vapeo es algo relativamente reciente y es posible que, cuando se puedan hacer estudios sobre personas que llevan más de 30 años vapeando, empiecen a aparecer problemas que no nos esperábamos. Sin embargo, las variables que se pueden medir hasta el momento muestran un daño significativamente menor al del tabaco. Creo que el escenario en el que nos encontramos es que esa información que nos falta sobre los efectos a largo plazo del vapeo lo que nos dirá es si es 20 veces menos perjudicial que el tabaco, 50 veces o 100 veces, pero que ya hay un margen de seguridad que nos permite afirmar que es, claramente, menos perjudicial que el tabaco. Por el momento, sustituir el tabaco por el vapeo parece buena idea, pero lo mejor para la salud sería no consumir ninguno de los dos.

Pero, ¿sirve para dejar de fumar?

Cada vez más estudios realizados en distintos lugares señalan que el vapeo es la herramienta de sustitución más eficaz para dejar de fumar20-25, aunque también hay estudios que, por el contrario, no lo encuentran particularmente eficaz26.

Lo cierto es que la idea de que sea el método más eficaz tiene sentido, por tener unos rituales y una serie de estímulos más similares a los del tabaco. El acto de tenerlo en la mano, llevarlo a la boca, darle caladas, notar cómo el humo/aerosol entra a los pulmones… el vapeo satisface una buena parte de los rituales asociados a cigarrillos de una forma en que no pueden hacerlo otros métodos de sustitución como los chicles o los parches de nicotina.

Sin embargo, incluso entre parte de quienes defienden su utilidad como herramienta de reducción de daños si se usa para sustituir al tabaco, hay cierta preocupación por si pudiera más bien iniciar en el consumo a otro sector de la población.

Este discurso se centra especialmente en torno a los sabores, que, resultando dulces y agradables, tal vez podrían ser más atractivos y atraer al mundo de la nicotina a gente a la que el olor del humo del tabaco le resulta muy desagradable; particularmente, a la gente más joven, a adolescentes -o a niños, hay quien directamente habla de niños-. En una suerte de teoría de la escalada, hay quien propone que el vapeo servirá como puerta de entrada a la nicotina para muchos jóvenes, que, una vez ya desarrollen una adicción a ella, acabarán también fumando, mientras que, si el vapeo no existiera, no lo habrían hecho.

Sin embargo, por el momento, los datos no respaldan esta teoría en absoluto. Los vapeadores ya llevan unos años siendo populares, pero, lejos de haber aumentado el número de adolescentes y jóvenes que fuman, durante la última década, se está reduciendo aún más rápido27. Esto es, el consumo de tabaco ya se estaba reduciendo desde la década de los 90, pero, coincidiendo con la popularización del vapeo, el ritmo al que se reduce se ha acelerado.

Otro estudio28 muestra de forma muy gráfica cómo el vapeo está sustituyendo al tabaco en la población más joven, pero no aumentando las cifras: las cifras totales de gente que fuma y vapea no son más altas que las de gente que sólo fumaba hace unos años.

Por poner ejemplos más cercanos, podemos detenernos en el caso de España, donde las encuestas EDADES29 y ESTUDES30 nos muestran cómo evolucionan los consumos de vapeo y de tabaco.

Según la primera de estas encuestas, el porcentaje de personas que ha vapeado alguna vez en la vida se ha disparado hasta un 19%, mientras que quien lo ha hecho diariamente en el último mes se mantiene en un 1,3%.

Sin embargo, el consumo de tabaco está en el mínimo histórico, con un 66,6% de la población habiéndolo probado alguna vez en su vida y un 25,8% fumando a diario, y con la menor incidencia en la franja de edad de entre 15 y 24 años. La encuesta ESTUDES mostraba lo mismo, viéndose cómo, en 2023, el 33,6% de los encuestados de entre 14 y 18 años había fumado alguna vez en la vida (la mitad que en los años 90, y 8 puntos menos que en 2019) y el 7,5% había fumado a diario durante el último mes (una tercera parte que en los años 90, y 2 puntos menos que en 2019).

Por otro lado, volviendo al vapeo, vemos que el porcentaje de gente que lo usa para dejar de fumar ha descendido de un 54,1% en 2018 a un 37,4% en 2024. Esto es bastante lógico: ahora que el vapeo está más extendido y existe desde hace más años, aumentan las posibilidades de que lo pruebe alguien que todavía no tenía intención de dejar de fumar o que, incluso, no había empezado.

Eso sí, ¡ojo con caer en una posible trampa estadística! Que el porcentaje de personas que usan el vapeo como método para dejar de fumar haya disminuido no significa que cada vez menos gente esté usando el vapeo como método para dejar de fumar. Esto es: en 2018, en torno al 8% de la población había probado el vapeo, y el 54,1% de ese 8% lo hizo con intención de dejar de fumar. En 2022, el 12,1% de la población había probado el vapeo, y el 44,9% lo hizo con intención de dejar de fumar. En 2024, el 19% de la población lo había probado, y el 37,4% fue para dejar de fumar. El 37,4% del 19% de la población es un número mayor que el 44,9% del 12,1%, que a su vez es un número mayor que el 54,1% del 8% de la población: el número de gente que usa el vapeo como método para dejar de fumar está aumentando, no reduciéndose, como se podría hacer creer si se malinterpretan las estadísticas.

En general, esta tendencia se repite en todo el mundo: aumenta la prevalencia del vapeo y disminuye el consumo de tabaco, especialmente entre la gente más joven. Se puede encontrar, en alguna región concreta, alguna excepción a esto: por ejemplo, en Australia sí se ha encontrado un incremento en el consumo de tabaco en los adolescentes de entre 14 y 17 años, si bien el propio estudio que analiza esto advierte de la necesidad de cuestionar estas observaciones porque la muestra es demasiado pequeña, se cambió el método por el que se hacía la encuesta y el confinamiento fruto del Covid-19 pudo alterar las respuestas de los participantes31.

Es curioso que el vapeo concentre un discurso tan alarmista, sin evidencias, acerca de su papel como puerta de entrada a la nicotina para niños y adolescentes. Es decir, me resulta difícil entender por qué se está escuchando un discurso de “el sabor a algodón de azúcar en el vapeo está claramente diseñado para atraer a niños al consumo de nicotina, porque el algodón de azúcar es propio de niños” y nunca he escuchado ese discurso acerca de los chicles de nicotina con sabor a cereza, por ejemplo. ¿Es quizá por ser una alternativa que también tiene sus peligros, por implicar tecnología que no se entiende muy bien, por llegar en un momento con distintas realidades sociopolíticas…? Sería interesante estudiar de dónde viene este discurso.

Como último apunte respecto a este tema, creo que hay que valorar la posibilidad de que, aunque por el momento no sea así, en algún momento del futuro, el vapeo superase por mucho la popularidad del tabaco y empezase a crecer significativamente el número de adolescentes y jóvenes vapeando, pero no fumando. Si ése fuera el caso, tendríamos un debate algo ligero al que tenemos ahora.

Por ejemplo, ¿qué sería preferible? ¿Que el 20% de la población fume, y el 10% de esa población que fuma desarrolle cáncer de pulmón, o que el 40% de la población vapee, y el 2% de esa población que vapea desarrolle cáncer de pulmón? Yo, personalmente, me decantaría por la segunda opción. Me parece que la opción que menos daños y sufrimiento conlleve es la preferible. Creo que también debemos considerar la posibilidad de que la popularización del vapeo efectivamente aumente el número de consumidores de nicotina, tal y como temen sus detractores, pero que, aún así, merezca la pena, si a cambio consigue reducir el número de fumadores y la incidencia total de cánceres de pulmón y otras enfermedades respiratorias o cardiovasculares.

Las políticas sobre el vapeo

Esta clase de preguntas y planteamientos son los que estructuran los debates sobre el vapeo. Pero, desde la información que sale en los medios hasta las declaraciones de algunos políticos, pasando por afirmaciones de diversos médicos o asociaciones e incluso documentos oficiales de entidades sanitarias, las mentiras, exageraciones, falacias y datos falsos abundan tanto que no es raro que en el debate público se empiece a crear una espiral de acusaciones y conspiraciones: “a ti te pagan las tabacaleras por mentir”, “pues a ti te pagan las farmacéuticas”, etc.

No deja de ser cierto, desde luego, que las decisiones políticas que se tomen y la visión que prevalezca van a determinar cómo se mueve un gran flujo de dinero. El tabaco y el vapeo pueden mover mucho dinero, pero también pueden moverlo los métodos alternativos para dejar de fumar, por ejemplo, lo que da lugar a todo tipo de intereses cruzados. Al lado de estos intereses, casi parece estar en un segundo plano que se atribuyen unas 8 millones de muertes anuales al consumo de tabaco32, a lo que hay que sumar numerosos problemas pulmonares que no llegan a ser letales. Ni que decir tiene que, a su vez, estas muertes y enfermedades también pueden moldear en gran medida la economía de los países, dado que de ellas dependen gastos sanitarios, menos años de vida tanto para trabajadores como para jubilados, etc. (igual estoy pecando de cinismo al insistir en el tema económico, pero, la verdad, en el mundo en el que vivimos, creo que hay más gente preocupada por esto que por las vidas en sí mismas; al menos, entre quienes tienen poder de decisión sobre las políticas que se adoptan en cada país)

Entonces, cada gobierno adopta distintas posturas respecto al vapeo. Por un lado, los hay que implantan políticas para favorecerlo e incentivarlo, al entenderlo como una estrategia de reducción de daños respecto al tabaco que ayudará a la salud pública; un ejemplo de esto sería Reino Unido, donde el Servicio Nacional de Salud financió kits gratuitos de vapeo, incluso33.

Por el contrario, también se pueden tomar -y hay muchos más países haciendo esto- medidas para desincentivar el vapeo; por ejemplo, subir los impuestos o prohibir los sabores (basándose en la idea comentada en el apartado anterior de que los sabores atraerán a niños y adolescentes, pese a la falta de evidencia de que esto ocurra), como, según todo parece indicar, pronto se hará en España34 (además de prohibir los vapeadores desechables, aunque en ese caso, se mezclan también preocupaciones por el modo de producción y el impacto medioambiental).

El extremo de esta postura, claro, es prohibir el vapeo, directamente. En países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, India, Panamá o Uruguay se permite el consumo, pero no la venta de vapeadores; y en países como Camboya, Timor Oriental, Siria o Venezuela, tanto la venta como el consumo son ilegales. Finalmente, países como Japón o Malasia permiten el vapeo, pero sólo sin nicotina35.

El caso más fácil de examinar ahora mismo, por lo reciente que ha sido y por el debate que ha generado, ha sido la prohibición de la venta de vapeadores en México. De momento, ya se puede ver que ha generado un mercado negro, fortaleciendo así aún más a los cárteles de la droga, que ahora también comercializan vapeadores36-37.

Pero, probablemente, el mayor impacto de la desincentivación o la prohibición del vapeo se vaya a ver en las tasas de cáncer de pulmón y otras enfermedades asociadas al tabaquismo. Habrá que esperar algunos años para verlo, pero lo previsible será que vayamos a ver cómo los países que han incentivado o, al menos, permitido el vapeo, tienen una incidencia menor de estas enfermedades que los países en los que no; igual que, por ejemplo, en la actualidad ya se puede ver que en Suecia, donde abunda el consumo de snus (bolsas de tabaco para consumo por vía bucal, mucho menos peligrosas que el tabaco fumado), se puede apreciar una incidencia significativamente menor de cáncer de pulmón38.

Finalmente, hay que considerar otra consecuencia habitual de la prohibición: la falta de controles, especialmente sanitarios, sobre la mercancía. Esto también es algo que hay que tener presente, dado que las únicas muertes derivadas demostrada y directamente del vapeo han sido precisamente debido al consumo de productos ilegales (por causas en las que profundizaré más adelante en el apartado dedicado al vapeo de cannabis). Si los productos hubieran sido legales y hubieran pasado controles sanitarios, esas muertes no se habrían producido; algo que también tiene que ser tomado en cuenta a la hora de hablar sobre el modelo legal idóneo.

El consumo dual

Si bien, como hemos visto, sustituir el tabaco por vapeo parece una buena idea, estudios recientes sugieren que fumar y vapear a la vez podría ser la peor idea posible.

Un estudio de 2018 mostraba un mayor riesgo de infarto entre quienes tenían un consumo dual, es decir, que fumaban y vapeaban a la vez, que entre quienes sólo fumaban39. Un estudio de 202040 y otro de 202141 sugerían que el consumo dual conllevaba un mayor riesgo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica que sólo fumar. Estos estudios eran seguidos por otro que mostraba que aquellas personas que fumaban y vapeaban a la vez tenían entre tres y cuatro veces más probabilidades de desarrollar cáncer de pulmón que quienes sólo fumaban42, aún después de realizar los ajustes necesarios para intentar evitar la influencia de variables ocultas. Finalmente, como señala el mismo estudio que he citado al principio de este artículo para hablar de que algunos síntomas respiratorios, como los silbidos en el pecho, mejoraban entre quienes cambiaban el tabaco por el vapeo, estos síntomas empeoran entre quienes fuman y vapean frente a quienes sólo fuman.

Aún son pocos estudios los que han encontrado esto, y tienen ciertas limitaciones. Una de ellas es no entender el mecanismo por el que esto sucede; se propone que algunas de las sustancias generadas en el vapeo y algunas de las generadas en la combustión del tabaco interactuarían entre sí, volviéndose así más peligrosas; pero aún no se entiende cuáles o cómo. Además, también sería interesante precisar la magnitud del efecto, medir de forma más precisa a partir de qué punto empieza a pasar esto (por ejemplo, una persona que vapea y fuma un cigarrillo cada cuatro o cinco días, ¿también tiene más posibilidades de desarrollar cáncer de pulmón que quien fuma, o eso sólo ocurre con quien vapea y fuma a diario? ¿Y una persona que sólo vapea pero a veces respira humo de tabaco de forma pasiva?).

Estas preguntas son relevantes también de cara a que es perfectamente posible que, para una persona, fumar y vapear a la vez sea una fase de transición, que no se alargará mucho en el tiempo, hasta lograr dejar el tabaco. Sería conveniente conocer cuanto antes las respuestas para poder tener la seguridad de que, si esta fase no se alarga mucho, merece la pena.

Vapeo de cannabis

Después de la nicotina, el ámbito en el que más se habla sobre el vapeo es el cannabis. La lógica que sigue es muy similar a la del tabaco, ya que, sin entrar en el terreno del dabbing (que, al fin y al cabo, podría ser considerado una variedad de vapeo), el vapeo estándar de cannabis parece una alternativa menos peligrosa que fumarlo, y no presenta tóxicos añadidos43-44; al menos, cuando el producto que va a ser vapeado ha sido producido de forma correcta.

Teóricamente, además, vapear cannabis ofrece la posibilidad de liberar algunos cannabinoides y no otros, dependiendo de la temperatura de evaporación, lo que permite mayor libertad para aprovechar distintos efectos del cannabis45. Creo que sería interesante que hubiera estudios que registraran los niveles de distintos cannabinoides presentes en el cuerpo de personas que vapeen a distintas temperaturas para comprobar que estas teorías son correctas, antes de poder asegurarlo.

Respecto a la excepción que contemplaba antes acerca de líquidos para vapear cannabis que no han sido producidos de la forma correcta, no es un asunto trivial, porque supone la mayor tragedia asociada al mundo del vapeo conocida hasta la fecha.

Entre 2019 y 2020, hubo un brote de lesiones pulmonares asociadas al vapeo, la mayor parte de ellas en Estados Unidos. 2807 personas fueron hospitalizadas, y 68 de ellas murieron. Al cuadro de síntomas se le dio el nombre de EVALI (E-cigarette or vaping product use–associated lung injury) 46.

La sustancia responsable de este cuadro era el acetato de vitamina E usado como diluyente en algunos líquidos ilegales con THC47-48. Si bien es una sustancia que, en su uso dietético, consumido por vía oral, no supone problemas para la salud, su inhalación por vía pulmonar sí es peligrosísima.

El esclarecimiento de las causas de este brote no ha impedido, sin embargo, la manipulación y las mentiras al respecto. Así, incluso varios años después de haberse esclarecido que estas muertes se producían por el acetato de vitamina E presente en líquidos ilegales, siguen apareciendo nuevas noticias que omiten esto, dando a entender que es posible desarrollar EVALI y morir por vapear los líquidos de nicotina convencionales u otros líquidos sin este ingrediente49-51; es difícil saber si las noticias omiten estos datos deliberadamente para manipular o se debe a que han sido escritas sin documentarse antes.

No creo que algo tan grave como el brote de EVALI deba ser olvidado y silenciado; al contrario, creo que debe ser recordado como alerta sobre los peligros de los productos que no pasan controles y, sobre todo, para que no vuelva a ocurrir nada semejante. Pero tratar de usarlo como arma arrojadiza cuando se está hablando sobre el vapeo de nicotina o sobre el vapeo de productos legales en general, pretendiendo fingir que esto no ocurrió con productos ilegales que no habían pasado controles sanitarios, sino que es un peligro generalizable a todo el mundo del vapeo, es terriblemente deshonesto.

De hecho, en el extremo de esta postura, he llegado a ver un giro que me parece particularmente irónico: gente que usa este caso para defender la ilegalización del vapeo. Es decir, que utilizan unas muertes producidas por consumir sustancias ilegales, que se habrían evitado consumiendo sustancias legales, para defender, precisamente, la ilegalización. No es algo que no se haya visto con otras drogas, vaya, pero no deja de sorprenderme cada vez que veo ese argumento.

En cualquier caso, para no dar lugar a confusión, creo que conviene finalizar este apartado remarcando una vez más que la mayor parte de productos ilegales destinados al vapeo de cannabis también son consumidos regularmente por muchas personas sin que eso suponga riesgo de EVALI, al no contener acetato de vitamina E.

Vapeo de otras sustancias psicoactivas

Finalmente, hay que hablar de otras drogas que pueden ser vapeadas, y en las que quizá también pueda haber una reducción de daños. Ya hay trabajos que han analizado o han llegado a experimentar con la posibilidad de vapear cocaína, metilfenidato52, dextroanfetamina, metanfetamina53, MDMA, cannabinoides sintéticos, heroína y otros opioides, LSD, catinonas sintéticas o DMT54 (siendo estos últimos los más frecuentes; hay quien comercializa los vapeadores de DMT ya preparados). Recientemente, han aparecido incluso vapeadores de Amanita muscaria55.

Es fácil imaginar que para estas drogas también se pueda aplicar la misma lógica que para la nicotina o el cannabis, aunque también podría tener algunas desventajas respecto a las vías de consumo habituales.

En algunos casos, quizá este método de consumo podría tener un mayor potencial de adicción que los habituales: estoy pensando en sustancias que se suelen consumir por vía esnifada u oral y que, por vía pulmonar, harían efecto más rápido, lo que aumenta el potencial de adicción, porque para el cerebro es más fácil establecer una relación fuerte entre la sustancia y el placer que produce consumirla56.

En otros casos, quizá sí podría servir como método de reducción de daños. Podría evitar los daños al tabique nasal y el paladar que se producen al esnifar, por ejemplo. Para algunas sustancias, quizá podría reducir la posibilidad de sobredosis respecto a la vía intranasal o inyectada, si al vapear se consumen dosis más pequeñas y resulta más fácil interrumpir el consumo cuando ya se están empezando a experimentar efectos negativos. Para quienes ya consumen por vía fumada, podría reducir los daños a los pulmones, por las mismas razones que el vapeo de nicotina o de cannabis. Quizá el potencial del vapeo como forma de consumo de otras drogas, por tanto, se refleja mejor si fuera como sustitución de la vía fumada para estas sustancias, siendo un asunto menos complejo y difícil de calcular que si es en sustitución de otras vías de consumo.

Por otro lado, simplemente por las propiedades químicas que tienen algunas sustancias, el potencial para ser vapeadas puede ser menor que para la nicotina o el cannabis, o incluso, prácticamente nulo. En algunos casos, sólo pueden ser vapeadas en determinados formatos y presentaciones.

Por ejemplo, el clorhidrato de cocaína no se puede vapear porque no se alcanza la temperatura necesaria para su evaporación; en caso de vapear cocaína, habría que hacerlo en formato de base libre o de crack. En estos formatos sí hay reportes de usuarios que han experimentado los efectos propios de esta sustancia, incluso demasiado intensos para lo que buscaban, lo que llevó a una experiencia negativa57.

Aún habiendo menos información sobre otras sustancias, como anfetaminas y sus derivados o heroína, todo indica que los problemas para ser vapeadas serían los mismos, de tal forma que sólo se podrían consumir por esta vía si estuvieran en formato de base libre. El fentanilo y sus derivados sí parece que pueden ser vapeados con normalidad, lo que, de hecho, ha llevado a que se produzcan sobredosis58. Vapear cannabinoides sintéticos también es viable59-60 y también hay muertes relacionadas con ello61. También las catinonas sintéticas se pueden vapear62.

No podemos obviar tampoco la posibilidad de que pasase algo similar a lo que pasó con aquellos líquidos cannábicos con acetato de vitamina E. En muchas de estas sustancias, como la cocaína, sí sabemos lo que ocurre al calentarlas a cierta temperatura y los daños que generan; difícilmente podría haber algún mecanismo por el que vapear cocaína en base sea más peligroso que fumar cocaína en base, algo que ya hace mucha gente y cuyos daños se conocen. Pero la posibilidad de que haya alguna reacción inesperada con sustancias ilegales o con las sustancias con las que son adulteradas no me parece que pueda ser automáticamente descartada, después de lo que supuso aquel caso.

Creo que quedan, por tanto, cuestiones que resolver en este aspecto, y, al igual que en el vapeo de nicotina o de cannabis, lo que sabemos podría ir cambiando conforme vayan apareciendo nuevos estudios.

Referencias

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