28 Abuztua 2024

La privación de la libertad de las personas que usan drogas

AUTOR// Ricardo Caparrós Casado, Ai Laket!!-eko kidea.

Artikulu hau, jatorriz, lasdrogas.info webgunean argitaratu zen, 2024ko uztailaren 3an (jatorrizko hizkuntzan argitaratzen da): https://www.lasdrogas.info/opiniones/carcel-y-drogas/

La cárcel es un entorno represor, deshumanizador e individualista que priva de la libertad. Hay más disponibilidad de drogas allí que en la calle y al igual que allí, hay personas que usan drogas. La mayoría, tras cumplir su condena, no consigue cumplir el fin último de la cárcel que es, según la normativa, la reintegración social.

Norman Zinberg nos enseño a analizar el patrón de consumo en base a tres factores. La persona, la sustancia y el entorno. Esta herramienta nos ayuda en las estrategias de reducción de riesgos y daños a limitar el impacto negativo del consumo, incidiendo en los diversos factores que componen ese triángulo. Zinberg definió el «set» como el estado mental que una persona aporta a la experiencia psicoactiva, como pensamientos, estado de ánimo y expectativas y el «setting» al entorno físico y social. Si atendemos al colectivo de personas que usan drogas que se encuentran en la cárcel, se observa que los factores de análisis parten de serias desventajas respecto a la población en general.

La vulnerabilidad y los factores de riesgo no solo están presentes durante la estancia en las prisiones, también lo están antes y la mayoría de las veces después de la puesta en libertad. La gran pregunta es: ¿por qué sucede esto? Es un tema del que se habla poco y parece que no preocupe socialmente. ¿Sabes, por ejemplo, que a las personas que usan drogas se les castigan penalmente más que a quienes no las consumen? ¿Te has parado a pensar alguna vez que muchos de los delitos que conllevan cárcel podrían ser evitados con cambios legislativos acordes a la evolución internacional? La falta de medidas efectivas genera una especie de espiral que puede arrastrar a muchas personas a consumos de riesgo y a cronificar una situación de entrada y salida constante de las prisiones. Es lo que vienen denunciando desde hace años varios colectivos que se ocupan de las personas presas que consumen drogas. Son muchos los interrogantes que surgen y no tenemos respuestas a muchas de ellas, pero es un tema necesario de abordar.

Selectividad penal previa de las personas que usan drogas

Los últimos datos oficiales nos hablan de 46,468 personas privadas de libertad en España. El 58% de los hombres y el 66% de las mujeres lo están por delitos relacionados directa o indirectamente con las drogas. Excepto las presas preventivas, la práctica totalidad de las mujeres están encarceladas por delitos contra la salud pública o por delitos contra la propiedad. Ellas son las más afectadas

por la política penal en materia de tráfico de drogas, ya que representan un porcentaje muy pequeño de la población reclusa y, en cambio, acumulan gran parte de las condenas por tráfico de drogas.

Es importante evitar la estigmatización porque la mayor parte de las personas consumidoras e incluso dependientes a algún tipo de droga no han delinquido nunca. El uso de drogas no significa que se vaya a cometer delito alguno. No es causa de la conducta delictiva. Lo que sí existe es una selectividad penal que afecta a algunos colectivos de personas usuarias de drogas: concretamente los que son pobres. Es éste colectivo el que más rápidamente es seleccionado penalmente. Por ejemplo, en el Estado español las mujeres usuarias de drogas representan entre el 8-9% del universo femenino encarcelado, mientras que la media europea no supera el 4%. Es la exclusión social de las personas usuarias de drogas pobres el factor que realmente incide en la realización de actos infractores y en las dificultades para su reintegración social.

Las personas usuarias de drogas dentro de la cárcel

No sabemos los datos del consumo diario de drogas de las personas presas porque los organismos oficiales no lo preguntan. Se sabe que, en general, el consumo de drogas disminuye al entrar en la cárcel, exceptuando el tabaco. Partimos de unas prevalecías de consumo mucho mayores respecto a la población en general. Existen consumos preescritos, como la metadona o las benzodiacepinas, de amplia difusión: el 21,6% de la población encarcelada, esta en tratamiento con medicación para “problemas mentales y emocionales”. El cannabis, la cocaína y los opiáceos son las ilícitas más consumidas. Por ejemplo, en el último mes, el 25% de la población penitenciaria en libertad ha consumido cocaína en polvo. Entre quienes han estado el último mes en la cárcel, ese dato desciende al 1,3% frente al 0,6% de la población general. También hay quien se inicia en el consumo dentro de prisión: el 26% de quien refiere haber consumido tranquilizantes no recetados ha iniciado su consumo dentro de prisión. El 14,7% ha iniciado el consumo de heroína en prisión. Las condiciones de vida dentro pueden favorecer consumos de riesgo. El 17% de las sobredosis ocurre en prisión. De las personas que usan opiáceos que han tenido alguna sobredosis, apenas el 55% conoce la naloxona y el 47% ha usado jeringuillas usadas por otra persona estando en prisión. Las personas que hacen un mayor uso de ellas tienen más riesgo en su salud y más dificultades para acceder a programas de deshabituación.

Si éstos datos no fueran poco, un porcentaje importante de las personas presas se encuentra en una situación de dependencia de sustancias, lo cual puede agravar su situación de vulnerabilidad y complicando su reintegración social. La tasa de abandono de los tratamientos por consumo de drogas al entrar en la cárcel es de casi el 50%. El 22% representa a las personas excluidas del tratamiento porque «no se lo ofrecieron».

Por otro lado, la facilidad con la que se pueden introducir y distribuir sustancias tiene un gran impacto en la vida carcelaria. Esto no solo afecta al bienestar personal, sino que también tiene repercusiones en la convivencia y la seguridad dentro de las prisiones. La falta de control crea un ambiente aún más hostil en los que aparecen episodios de disputas e inseguridad.

Algunos testimonios

En el artículo «Jaulas y drogas, el uso de drogas en las cárceles» de la asociación Ai Laket!!, se destacan varios testimonios de personas privadas de libertad que ilustran esta problemática. Uno de ellos menciona: «Aquí dentro, las drogas están por todas partes. Si quieres conseguir algo, siempre hay alguien dispuesto a venderte. Pero eso trae muchos problemas, hay peleas, amenazas, y hasta gente que ha sido apuñalada por deudas de drogas». Otro recluso comenta: «En la cárcel, algunos guardias también están implicados en el tráfico de drogas. Cierran los ojos o incluso facilitan la entrada de sustancias a cambio de dinero. Esto genera un ambiente de desconfianza y peligro constante». La corrupción dentro del sistema penitenciario agrava la situación, permitiendo que las drogas sigan circulando y aumentando la inseguridad.

El documento «Situación de las personas con adicciones en las prisiones españolas», de UNAD, destaca algunos relatos personales que revelan el impacto profundo y a menudo trágico en la vida de las personas y sus familias. Las historias de éxito son la excepción más que la norma. La cárcel no es precisamente un lugar apropiado para mantener una relación no problemática con las drogas y las condiciones materiales de gran parte de población usuaria a su salida de la cárcel tampoco favorecen a no reincidir.

Enfoque integral y políticas efectivas

Actualmente, existen varios programas preventivos en las prisiones del Estado español. Estas incluyen programas de desintoxicación, terapia psicológica y educación sobre el abuso de sustancias. Sin embargo, estos programas a menudo

se ven limitados por la falta de recursos y personal especializado. Hay que destacar el veterano programa de intercambio de jeringuillas. Hay más avances, como la implementación de programas de metadona para la deshabituación a opiáceos, pero la efectividad de estas iniciativas es variable y muchas veces insuficiente.

Para abordar de manera efectiva el uso y abuso de drogas en las prisiones, es fundamental adoptar un enfoque que considere el antes, el durante y el después a la salida de la cárcel. Es necesario aumentar la inversión en programas preventivos y asegurar que las personas presas tengan acceso a los recursos apropiados según su caso, sin exclusiones, sin discriminación. Las políticas deben centrarse no solo en el tratamiento de las adicciones, sino también en la prevención, en la educación y en el apoyo post-carcelario.

Bruce K Alexander realizó un experimento de consumo de drogas con ratas privadas de libertad. Las ratas que se encontraban aisladas en jaulas tenían un consumo de mayor frecuencia y cantidad que las ratas que estaban en un entorno de semilibertad denominado Parque de las Ratas. La soledad, el aislamiento y la accesibilidad a las sustancia eran claves para ello. La cárcel no es exactamente la jaula recreada por Alexander, ni las personas actuamos como las ratas, pero si se mejoraran las condiciones de vida de población penitenciaria que usa drogas durante y sobre todo, tras su paso por la cárcel, los beneficios que se podrían obtener serían prometedores.

Algunas propuestas y consideraciones

Un entorno menos deshumanizador y más amable contribuiría a mejorar la vida de las personas. Se puede aprender de modelos exitosos en otros países. Por ejemplo, en algunos sistemas penitenciarios de Europa del Norte, se han implementado programas integrales que combinan tratamiento de adicciones con educación y capacitación laboral, lo que ha demostrado ser eficaz en la reducción de la reincidencia. Pero no nos engañemos, tenemos un colectivo muy vulnerable bajo un sistema penal que tiende a encarcelar la pobreza.

Los cambios podrían empezar desde la política punitiva en materia de tráfico de drogas hasta el reforzamiento de las alternativas a la pena de prisión y de los mecanismos de apoyo institucional y social a las personas que han de cumplir una pena privativa de libertad. El cumplimiento de penas en régimen abierto podría ser una opción a aplicar. Si se aplicara a aquellas personas que están encarceladas por delitos relacionados con el cannabis, el beneficio personal y social sería enorme.

Pese a los esfuerzos de muchos colectivos y profesionales, tanto fuera como dentro de las prisiones, las personas presas que usan drogas es uno de los colectivos más olvidados, excluidos y vulnerables que existe. Hacen falta más recursos enfocados en preparar a las personas para la vida fuera de prisión. Se debe continuar trabajando para reducir los riesgos y daños del consumo y los problemas asociados. La falta de verdadera voluntad política para combatir la falta de oportunidades y la pobreza tiene la responsabilidad y la obligación de dar una respuesta acorde con una sociedad más justa que es consciente de la situación en la que se encuentran las personas privadas de libertad que usan drogas.

Referencias:

  • Alexander B.K., Beyerstein B.L., Hadaway P.F., Coambs R.B. (1981). «Effect of early and later colony housing on oral ingestion of morphine in rats». Pharmacology Biochemistry and Behavior
  • Enrique Esbec; Enrique Echeburúa. Abuso de drogas y delincuencia: consideraciones para una valoración forense integral.
  • Centros penitenciarios y drogas: respuestas sanitarias y sociales.
  • Informe General de Instituciones Penitenciarias (2022).
  • Instituciones Penitenciarias (2022). Encuesta Salud y Consumo
  • Luz María Puente Perspectivas de género en las condenas por tráfico de drogas.
  • Norman Zinberg (1984). Drug, Set, and Setting: The Basis for Controlled Intoxicant Use
  • Martínez Perza, Carmen; Quesada Arroyo, Pedro; de Miguel Calvo, Estibaliz; Dzvonkovska Natalia; Nieto Rodríguez, Lucía (2021). Situación de las personas con adicciones en las prisiones españolas. Una visión con perspectiva de género. Unión de Asociaciones y Entidades de Atención al Drogodependiente (UNAD), Madrid

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